Color de silencio

 

¿De qué color es el silencio?

Del mismo que tu alejarte.

Eso es un descoloramiento: una incorporación al fondo, que siempre es lo que subsiste.

Entonces calla: y observemos el desruido. Pero no, imposible. Siempre una partícula, una contaminación amarronada, y como de felpa gastada, de teatro abandonado, de descrédito.

Ese el fondo, precisamente: hecho de los desperdicios de la realidad: escenografías devaluadas, obsoletas, defectuosas. Hacia allí vamos siempre.

Un poco como el patio desfavorecido de la abuela Sara. ¿Recuerdas? Con Esas baldosas flojas que conducían a ese paredón enchastrado de plantas y jaulas de canarios que nunca hubieron en la casa.

Y máquinas registradoras. Y lonas recias con olor distante.

Y charcos perennes.

Y telarañas con muerte.

Y admoniciones que trepaban desde el otro lado – a veces, aromas a asado.

Y follaje torpe.

Y el ímpetu del tío Coriolis rempujándolo todo a ese punto sin ley: quieto. Puro fondo.

Esa combinación de colores debe producir, pues, el silencio: sumatoria de anulaciones.

Dependerá la cantidad de nulidad, acaso, de la distancia a la que uno esté: puro punto focal y miopía y delirio y fe.

El silencio es amontonamiento, entonces: todo indistinguible en el abandono.

Sí… Pero el color de ese silencio no es el mismo que el que forman las despalabras. Es más siniestro aquél, porque no se termina de definir.

Y huele a lo prescindido, no a lo accesorio, o irrelevante.

Todo tan ya una misma cosa indiferenciada: sin sustancia: continente esparciéndose.

Tiempo avasallando tiempo. Lo borroso, indefinido, del destiempo. De la impuntualidad de los momentos.

¿Qué color es?

Del de la desesperanza. Desesperación. O aceptación. Todos los colores: por tanto, ninguno. El silencio es como el vacío y como el instante antes de nacer o morir o dormir o ausentarse: treguas de la existencia.

¿A qué olerá?

A la arena de una playa de Cornualles después de una tormenta: despojo y alivio…

A este mismo instante, pues…

O a su refutación…

Es decir, a la misma arena de la misma playa de Cornualles después de una inclemencia idéntica.

Idéntica. Como este instante.

Como todos. Los instantes. Todos uno y ninguno: del color del silencio.

 

© Marcelo Wio

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