Caudillo

 

Recluido, apartado del instante,

construyó su memoria, el carácter

que habría de ejercer en cuanto concluyera

aquella arquitectura biográfica, aquel presente

perpetuo; generalización fácil, en la que deshizo,

recompuso y sintetizó el momento

que alguna vez, que quizás, que evidentemente

nunca.

 

Como quien calibra la verdad práctica

o un par de lentes, manipuló las partículas de pasado,

quimera y despecho, tallando encastres

y disimulos. Eternos retornos y fugas del bucle

de eventos y mistificaciones.

 

Al principio, como si traficara con vergüenzas o

calumnias; luego, cual vendedor de estima

y derechos; finalmente, a la manera de quien revela

redenciones y regalías. Así habló una vez consumó

su verdad: indiferenciable amasijo que transfirió

entre pastorales palabras comunes, líquidas

 

e ingrávidas – pensando si n pesar, inicialmente,

pero enseguida cayendo sobre las audiencias

como una densidad de iridio o culpa y, a la vez,

con un fatuo alivio de merecimientos y orgullos

descartables.

 

© Marcelo Wio

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